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Bible Commentaries
Levítico 14

Comentario Crítico y Explicativo de toda la BibliaComentario Crítico

Versículos 1-57

RITOS Y SACRIFICIOS EN LA PURIFICACION DEL LEPROSO.

2. la ley del leproso cuando se limpiare—Aunque bien convalesciente, no se le permitía al leproso volver a la sociedad inmediatamente y a su plena libertad. El carácter maligno de su enfermedad hacía necesarias las mayores precauciones para su reincorporación a la sociedad. Uno de los sacerdotes más expertos en el diagnóstico de la enfermedad (Grocio) era comisionado para atender a tales desterrados; el leproso restaurado se presentaba ante tal oficial, y cuando, después de un examen le era dado un certificado de salud, se llevaban a cabo, fuera del campamento, las ceremonias aquí detalladas.

4. dos avecillas—literalmente, “gorriones”. La Septuaginta, sin embargo, traduce “aves pequeñas”; y es evidente que debe considerarse en este sentido genérico por estar especificadas ellas como “limpias”, una condición que habría sido del tods superflua con referencia a los gorriones. En todas las ofrendas descritas en la ley, Moisés ordenó sólo aves comunes y accesibles; y por esto podemos suponer que aquí señala aves como gorriones y palomas, porque en el desierto habria sido difícil procurar vivas las aves silvestres. palo de cedro, y grana e hisopo—El cedro aquí indicado seguramente no era el famoso cedro de Líbano, y se supone generalmente que seria el enebro, pues varias clases de este arbusto se hallan creciendo abundantemente en las grietas y hendiduras de las montañas sinaíticas. Un palo de este arbusto era atado a un manojo de hisopo por medio de una cinta escarlata, al cual el pájaro vivo era atado de tal modo que cuando sumergían las ramas en el agua, la cola del pájaro también se mojaba, pero no la cabeza ni alas, para que no se viera impedido en su vuelo, cuando lo soltasen.

5. mandará el sacerdote matar la una avecilla … sobre aguas vivas—Como la sangre de un solo pájaro no habría sido suficiente para sumergir el cuerpo de otro pájaro, era mazclada con agua viva para aumentar la cantidad necesaria para las rociaduras señaladas, las que habían de repetirse siete veces, lo que significa una purificación completa (Véase 2 Reyes 5:10; Salmo 51:2; Mateo 8:4; Lucas 5:14). Siendo soltado entonces el pájaro vivo, en señal de libertad del leproso de la cuarentena, el sacerdote lo declaraba limpio; y esta delcaración era hecha con toda solemnidad, a fin de que la mente del leproso fuese debidamente impresionada con un sentido de la bondad divina, y que otras fuesen convencidos de que podrían tener trato con él sin peligro. Varias otras purificaciones tenían que ser cumplidas durante una serie de siete días, y todo el proceso tenía que ser repetido en el día séptimo, antes que se le permitiera volver a entrar al campamento. La circunstancia de que se empleara un sacerdote parece indicar que le sería dada instrucción conveniente al leproso recién restablecido en salud, y que le serían explicadas las ceremonias simbólicas usadas en el proceso de limpiar la lepra. Hasta qué punto eran entendidas dichas ceremonias, no podemos decir. Pero podemos nosotros trazar algunas analogías ínstructivas entre la lepra y la enfermedad del pecado, y entre los ritos practicados en la limpieza de la lepra y las provisiones del evangelio. La principal de estas analogías es, que como era solamente cuando el leproso demostraba un cambio en su estado cuando las órdenes eran dadas por el sacerdote para un sacrificio, así el pecador tiene que estar en el ejercicio de la fe y arrepentimientos, antes que puedan ser gozados por él los beneficios del remedio evangélico. La avecilla sacrificada y la soltada deben tipificar, la una la muerte de Cristo, y la otra su resurrección; mientras que la aspersión sobre el que había sido leproso, tipificaba la demanda que llevaría al creyente a limpiarse de toda inmundicia de la carne y del espíritu, y a perfeccionar su santidad en el temor del Señor.

10-20. el octavo día tomará dos corderos sin defecto, y una cordera de un año sin tacha—La purificación del leproso no estaba completa sino al fin de siete días, después de la ceremonia de las avecillas, y durante los cuales, aunque se le permitía entrar al campamento, él tenía que estar fuera de su tienda, desde donde venía diariamente a presentarse a la puerta del tabernáculo con las ofrendas requeridas. El hombre era presentado ante el Señor por el sacerdote que había hecho la purificación. Y por esto siempre se ha considerado entre gente piadosa que el primer deber de un enfermo que ha sido restaurado a la salud después de una enfermedad larga y peligrosa, es el de acudir a la iglesia para ofrecer su acción de gracias, donde su alma y cuerpo, para ser ofrenda acepta, tendrán que ser presentados por nuestro gran Sacerdote, cuya sangre sola puede hacer limpia a cualquier persona. La ofrenda había de constar de tres corderos, tres décimas de efa de harina fina (como un litro), un log (un cuarto de litro) de aceite (cap. 2:1). Uno de los corderos era para la ofrenda de transgresión, la cual era necesaria por el pecado inherente a su naturaleza, o por la contaminación del campamento por su lepra anteriormente a su expulsión; y es notable que la sangre de la ofrenda por la transgresión era aplicada exactamente de la misma manera particular a las extremidades del leproso restaurado que la del carnero en la consagración de los sacerdotes. Las partes rociadas con esta sangre eran entonces untadas con aceite, ceremonia que se supone haber llevado este significado: que mientras la sangre era una señal del perdón, el aceite lo era de sanidad, como la sangre de Cristo justifica, la influencia del Espiritu santifica. De los otros dos corderos el uno había de ser una ofrenda por el pecado, y el otro, ofrenda quemada, que también tenía el carácter de una ofrenda de gratitud por la misericordia de Dios en su restauración. Esta era considerada una expiación “para él”; o sea, le quitaba aquella contaminación ceremonial que le había excluído del gozo de las ordenanzas religiosas, asi como la expiación por Cristo restaura a todos los que son limpiados por fe en su sacrificio, a los privilegios de los hijos de Dios.

21-32. Mas si fuere pobre, que no alcanzare su mano a tanto, entonces tomará un cordero—Una disposición bondadosa y considerada para que pudieran gozar del privilegio los leprosos de la clase más pobre. La sangre de la ofrenda más pequeña había de ser aplicada en el mismo proceso de purificación, y los ofrecedores eran purificados tan pública y completamente como aquellas que traían una ofrenda más costosa ( Hechos 10:34).

34-48. lepra en alguna casa—Esta ley era anticipada pues no había de entrar en operación sino cuando se establecieran en Canaán. Las palabras “pusiere yo plaga de lepra”, ha inducido a muchos a pensar que esta plaga era un castigo judicial del cielo por los pecados del dueño; mientras que otros no la ven a esta luz, porque es muy común en las Escrituras el representar a Dios como haciendo aquello que sólo permite en su providencia que se haga. Suponiéndose que haya sido una enfermedad natural, se suscita una dificultad nueva acerca de si hemos de considerar que la casa se había infectado por el contagio de los ocupantes leprosos; o si la lepra estaba en la casa misma. Es evidente que éste era el estado verdadero del caso, puesto que los muebles eran sacados de la casa en la primera sospecha de la enfermedad en las paredes. Algunos han creído que el nombre de lepra era aplicado a la casa por analogía, pero los habreos, así como nosotros hablamos de “cáncer” en los árboles, cuando ellos exhiben efectos corrosivos semejantes a lo que la enfermedad del cáncer produce en el cuerpo humano; mientras que otros lo han declarado una eflorescencia mural, o especie de moho en el muro, propenso a ser producido en situaciones muy húmedas, y que era seguido por efectos tan perjudiciales a la salud como a la estabilidad de la casa, especialmente en países cálidos, por tanto demandaba la atención de un legislador. Moisés mandó a los sacerdotes que siguiesen el mismo procedimiento y durante el mismo período de tiempo para averiguar el verdadero carácter de la enfermedad como en la lepra humana; en caso de hallarla leprosa, que sacaran la parte infectada, o si después aparecía el peligro de que el contagio se extendiera, que destruyesen la casa completamente y llevasen los materiales a una gran distancia. Las piedras eran tal vez toscas, sin labrar, edificadas sin cemento de la manera ahora frecuentemente usada en cercos, y revocadas y asentadas en mezcla. Los ejemplares más viejos de arquitectura son de este carácter. El mismo proceder tiene que seguirse todavía con casas infectadas con sal mural. Las piedras cubiertas de encostraduras nitrosas tienen que ser sacadas, y si la pared infectada puede quedarse, tiene que ser revocada de nuevo y completamente.

48-57. el sacerdote dará la casa por limpia, porque la plaga ha sanado—Las precauciones aquí detalladas muestran que había gran peligro de la lepra casera en países cálidos, la cual propendía a aumentarse debido a la pequeñez y a la ruda arquitectura de las casas en las épocas tempranas de la historia israelita. Como una casa no podía contraer impureza ante los ojos de Dios, la “expiación” que había de hacer el sacerdote por ella, tiene que referirse a los pecados de sus moradores, o al proceso ceremonial establecido para su purificación, el mismo que el observado para una persona leprosa. Esta declaración solemne de que era “limpia”, como también la ofrenda hecha en la ocasión, estaban admirablemente calculadas para hacer reconocer el hecho, para quitar toda aprehensión de la mente popular, como también librar al dueño de la sospecha dolorosa de morar en una casa infectada.

Información bibliográfica
Jamieson, Robert, D.D.; Fausset, A. R.; Brown, David. "Comentario sobre Leviticus 14". "Comentario Crítico y Explicativo de toda la Biblia". https://www.studylight.org/commentaries/spa/jfb/leviticus-14.html. 1871-8.
 
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